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Página:Duayen Stella.djvu/340

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se STELLA los árboles, parecían meditabundos y enve- jecidos.

Máximo, más conocedor de la rapidezcon que se resuelven en su tierra las tormentas de verano, y viendo señales en el cielo que lo irtranquilizaban, apuraba el paso para que ella lo. siguiera.

Vela llegar la obscuridad que precede al huracán; sus pupilas dilatadas para alcanzar mayor espacio, no conseguían distinguir un refugio. No se perdonaba haber consentido que Alex se volviera á pie.

Sentía ya el galope del viento que se acer- caba, y que ciertamente no les daría tiempo de llegar....De pronto se desencadenó, y libre, arrolló todo á su paso, Las mubes se enue- grecieron y como si ellas hubiesen apagado el sol se hizo la noche en pleno día. Se oía 4 lo lejos el bramido del mar......

Alex gritó porque tuvo miedo. No era el peligro, pero era más aterrador.

—¡ Stella! murmuró después, angustiada de la angustía de la otra, allá sin ella

—No piense en Stella ahora, Alex, le acon sejó su compañero cuya voz desmenuzaba el viento. Verá cómo se ríen al vernos llegar He- nos de tierra.......la vaná confundir con la Muschinga***'*Ya va á pasar

Esto decía para distraerla, pero no se dis- traía él. Temía queen lugar de pasar, el hu- racán aumentara; temía un ciclón. El viento arreciaba y les impedía casi caminar, «¡No se