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se STELLA

los sacrificios que por ellas pudieran hacerse; pero su espíritu no estaba preparado para concebirla abnegación, el sacrificio «por las cosas», que así llamaba ella á los grandes ideales, á los grandes objetos de la vida.

La reputación ya universal de Gustavo, la palabra «ilustre», que había leído tantas ve- ces acompañando su nombre, eran más que suficientes para enorgullecerla; habría sido más dichosa, porque se hubiera creído más querida, si le hubiera sacrificado todo. Sentía por él ese respeto que inspiran ciertos ca- racteres, Bsos caracteres producen también cortedad, y ella la experimentaba.

Mas, ese hombre, todo interior, tuvo para la mujer querida, tan delicioso abandono, que nació, entre ambos, la absoluta confianza y le contó todassus cavilaciones. Entonces, to- mándole él las manos, como se habla 4 un niñoá quien se necesita convencer: «Dime, querida mía, sien lugar de haber llegado yo á tutierra, precedido por mi naciente fama, si me hubieran presentado bajo otro nombre, en otra forma, si no hubiera existido, en fin, la «Estrella Polar», crees tú, que tus padres hubieran consentido en entregarme su tesoro? Hubieras fijado tus lindos ojos en un descono- cido ? Piensa en ello, Ana María, y eso sólo te convencerá, de que sería locura ahando- naralgo que vale hasta merecerte.» Le bastó.

La fortuna del señor Maura, fragmentada después de su muerte, había perdido mucho