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Misia Carmen y sus hijas habían pasado mes y medio en Mar del Plata, y encontrado allí grandes motivos de satisfacción.
Isabel, que tenía mucho amor propio, des- pués de su pasada decepción continuó fre- cuentando los paseos y las fiestas, obligando 4 sus sufrimientos 4 ocultarse detrás de su sonrisa. Fué ella la más empeñada en ir como todos los años á la playa de moda, donde se reunió 4 sus amigas, á sus compañeros de los bailes, y 4 algunos de sus festejantes. Mostrá- hase la másalegre y la más entusiasta para divertirse: nadie hubiera sospechado su doble herida abierta.
A los quince días de estar en ese centro una noche á la hora de la comida, entró al comedor, que rebosaba de gente elegante y de animación, Montero y Espinosa. Sentóse 4 la mesa que le había sido reservada, y se puso á comer tranquilamente, después de sa- Judar 6 las personas conocidas que se encon-