SUELA 180 de la puerta de calle. Un presentimiento tuve en el instante; del vestíbulo me volví y pre- gunté 4 quien buscaba, Buscaba á mi tío y con urgencia. Llevada siempre por ese presenti- miento le contesté que mi tío estaba en ca- ma desde hacía dos días, y le insinué que podía comunicarme lo que deseaba decirle: «Es un asunto delicado y urgente; se trata de negocios... de intereses, y convendría que él lo supiera». «Señor, le dije, yo soy su secretario, llevo sus libros, soy su sob; na, casi su hija, creo, pues, estar en el caso de pretender saber lo que puede afectarle». Lo hice entrar al escritorio y allí, convenci- do, me dijo; «Señorita, soy escribano, y co- mo estimo mucho á don Luis venía á comu- nicarle que del Banco Español me han llew: do un pagaré para protestar. Hay tiempo hasta mañana; tenga usted la bondad de avisarle que no haré nada hasta las diez Yo que pensaba mientras él hablaba, le con- testé que estaba cierta que era una enuivo- cación, pues mi propia mano había entrega- do el dinero para levantarlo, Una vez que el escribano se marchó, no habiendo tiempo pa- ra que Emilio pudiera arreglar nada desde lejos, y deseando evitar en lo posible mortif- caciones á mi tío ya muy delicado, llamé 4 Enrique, y segura de que era todo esto un mal entendido, le referí lo que pasaba y le pedí que arreglara el asunto.
—4Sí, me dijo, es una equivocación, pues