10 STELLA
ese documento está pago; no te apures, mañana quedará aclarado. No volví 4 pen- sar en ello, A los dos meses...
Se detuvo un momento; súbitamente, sin- tiéndose mordida por el recuerdo de sus sufrimientos, levantóse rígida de su asiento, y con una expresión de desprecio y una voz que enronquecía la indignación, dijo sin po- derse contener:
—;A los dos meses, supe que Enrique Mar- ra era un villano que robaba 4 su padrel
—¿Qué... ..2 exclamó en un grito ahogado Máximo; dió un salto desde su asiento, como un felino, hasta la mesa al lado de la cual estaba ella de pie; se dejó caer en una silla, á su frente, apayó el codo enla mesa, la miró en los ojos, y como un perro de presa púso- se en acecho de las palabras que tenían que salir nuevamente de sus labios.
De todo lo que ella había dicho, lo único que le importaba, lo único que había oído, lo único que recordaba era su última frase: «¡Enrique es un villano!» Sí, eso era lo que abrillantaba sus ojos; lo que lo había hecho saltar, lo que quería oirle repetir!
La joven se tranquilizó y prosiguió:
—Los detalles los tendrá usted después, bástele saber por hoy, que Carlos, en espe- culaciones, ha abusado del erédito de mi tío.
Que Enrique, antes de llegar hasta lo que le referiré más tarde, no sólo lo había ya com- prometido hipotecando su estancia de Puan,