STELLA 407 repitió con Alex ya convencido: «La vida sin Ja emoción y el recuerdo es el erial».
Se alejó. “El anciano cura cuando entró en Ja sacristía, encontró en la mesa donde colo- caba sus ornamentos, un sobre escrito con lápiz: «Para los pobres, amigos de Stella». Dentro, un cheque con una cifra, que garan- tía del hambre por mucho tiempo á toda la comarca,
Máximo, una vez en su casa, abrió el trip» tico y contempló los tres cuadros que ence- rraba, Cuando se vió á sí mismo en uno de ellos, con una expresión de sereno contento recostado en la baranda al lado de Alex, que con la cabeza levantada mordía su ramita, le pareció que entraba en él una vaga espe- ranza.
Ala tarde pidió su caballo, salió, y se de- tuvo en la vieja tranguera del «Ombús. El mismo la abrió, no quería que nadie turbara las impresiones, á las que hasta entonces hu- yera, y que ahora venía á buscar.
Rauch habíase ido con Emilio á Puan, y la estancia por orden de su nuevo dueño había sido despoblada.
Recorrió palmo 4 palmo aquel paraje don- de había empezado á vivir; donde le había nacido el alma mueva que ahora sentía pal: pitar. Revivió la «hermosa mañana» y la «triste noche». Pensó en la Alex primaveral del Ombá; aquella que sabía gliisar su mira" da tornasol entre sus pestañas, con toda su