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STELLA 45 tencia de lo que veía y de lo que tocaba, buscóle el alma 4 través de los cristales de las anchas ventanas que abrían sus costados. Peccibió varios salones yen ellos una doble fila de camitas blancas, las que con sus colchas y sus cortinas blancas también, daban la idea de pequeñas barcas en un puerto de refugio. En otros salones, largas mesas tendidas; los cubiertos, los vasos, todos los útiles eran pe- queños, livianos, para ser manejados por manos de niños.

Todo aquello era claro, luminoso, pero si movimiento, que es vida,

En el tumalto de ideas que entraban y salían de su cabeza, sentíase desorientada; recién un largo rato después dióse cuenta que estaba delante de un Asilo de Niños, deshabitado. El efecto que le producía era siempre de asombro; un asombro de un ta. maño y de una calidad desconocida para ella, en el que había ese temor, esa ansiedad, ese algo angustioso, inexplicable, que se ex perimenta ante el misterio.

Era el Misterio para ella; y al encontrar- se frente á él, contemplando su inmovili- dad de piedra, sola, nuevamente en la pla- ya de la tierra extraña, divisando como se encrespaban las aguas violentas del mar, y oyendo á sus olas lamentarse, tuvo miedo, Cerró otra vez los ojos, cubrió sus oídos con las manos y agachó la cabeza... .: Sonrió luego de sí misma; dió un impulso á su cora=