1 SIBLLA
je, y descendió corriendo de la altura para mirarlo desde abajo y de más lejos. Ya más tranquila lo examinó: su puerta era de bie- rro, estaba cerrada, y de una harra del mis- mo metal colgaba un enorme candado; á cada lado de ella habíase incrustado una chapa de mármol blanco pulido, que pare- cía esperar una inscripción, y que se desta- caban del color grisáceo de las piedras; cua- tro gradas se eslabonaban hasta la pen- diente
Alzó la mirada, y lo que vió la dejó extática: de la cúspide del edificio se lanzaba un ángel de mármol al espacio, con los brazos exten- didos, en la actitud del Angel de la Anuncia- ción.
La figura daba la ilusión de mantenerse realmente en el ajre, pues se sostenía 4 la mu- ralla solamente por un pliegue de su túnica. Sus cabellos lacios que apenas le llegaban á la puca, la delicadeza de sus líneas, la impre- sión de inmaterialidad que producía, hactanlo asemejarse 4 su hermana; la expresión inten- sa, la poesía de esa figura alada sólo las ha- bía visto en ella. Cuando se hubo debilitado un poco su nueva conmoción, descubrió á los pies del Angel, palabras que fácilmente leyó:
Ave, Maris STELLA (Salve, Estrella del Mar)
Su corazón latía á romperse; esas palabras