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pia frase escrita sobre la puerta se lo ex- plicaba.

«Esta puerta no se abrirá mientras tú no la abras», —iban esas letras que eran como su voz interior diciéndole.—Cerrada ba per- manecido y cerrada permanecerá mientras no la abra tu mano. Y esos niños que se ven privados del aire saludable del mar, se verán privados siempre y siempre, mientras tú no la abras. Estas blancas camitas no serán ocu- padas por tantas criaturas que no tinen otras; á estas mesas no se sentarán tantas quetienen hambre, mientras tu mano no haga correr el cerrojo que les cierra esta puerta; esta puerta por la que tienen el derecho de entrar porque es la de su hogar, Es el hogar que les has preparado tu hermana; que tam- bién les ha preparado tú desde muy lejos. Es la semilla de las “dos hermanas”, germinan- do euel corazón de un hombre,

«A ese hombre, tú sin saberlo, le has enseña” do á ereer, le has enseñado árecordar, le has enseñado esperar; porque le has enseñado á amar. Ese silencio que te hería; todo eso que te parecía frialdad de alma, sequedad de corazón, era todo amor para tí. Toda su Obra que tá conoces, porque lo has seguido en su carrera ascendente, rápida, hasta ser ya el hombre en quien están fijas todas las miradas, la ha elaborado para ti. Ha querido ser, por tí y para tí, el hombre tal cual túlo concibes. Por tf ha recobrado sus energías, ha forta-