so STELLA
Le habían enseñado todas las lenguas, pe- ro no entendía el idioma de la wultitud.
Y así, contenta, feliz de lo que sabía y de lo queignoraba, miraba pasarla vida desde una gran altura.
Después del nacimiento de su hermana, Alejandra dedicó sus cuidados inteligentes 4 fortalecer en lo posible una naturaleza ago- tada antes de usarse. No era cuidar á un niño enfermo 6 débil; era hacer revivir 4 un sér inconcluso, consagrarse como una vestal á velar la pequeña llama que se le extinguío.
Aquella niña, nacida antes del tiempo na- tural, fué depositada como una laiva ent: algodones, á la alta temperatora de una in- vubadora. El cuerpo diminuto comenzó á modelarse, brotaron las wñitas, una pelusta fina, fna, cubrió su cabeza como 1n polvo de oro, sus ojos pudieron soportar la Iwz, los labios encontrar ya solos el seno mutritor; nacieron sus primeros dientes blancos y me- nudos como granitos de arroz, aprendió Á «gitar las manos y extender sus bracitos, 6 conocer y 4 nombrar á los que la rodeaban; pero cuando cumplió dos años, tué forzoso convencerse que sus piernas estaban conde- nadas 4 la inmovilidad,