Página:ECH 1990 2 - Aguirre Cerda, Pedro, Presidencia de.djvu/11

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do exacto de su triunfo. Se dejaba guiar por su instinto, ignorando los resultados que tendría esa obediencia impulsiva, pero no equivocada. La muchedumbre invadió el Palacio de la Moneda. Los niños del pueblo, se zambullían en las piletas de los parques y posaban con el puño en alto, cuando los reporteros venían a fotografiarlos. Don Pedro, paternalmente, los dejaba hacer. Quería que la gente humilde comprendiera, aún a través de esas experiencias simples, que un cicio de servidumbre terminaba para ella. Lo verdaderamente importante, lo apreciarían más tarde.

La ascensión al Poder había tenido lugar el 24 de Diciembre. La esposa del Presidente, desde ese instante Primera Dama de la República, fiel intérprete de los sentimientos de su marido, guiada, también, por su reconocida bondad, hizo construir una alegoría del Nacimiento del Niño Dios en la Plaza de la Constitución e inauguró la Pascua de los Niños Pobres, repartiéndoles ropa, juguetes, golosinas. Era una manera nueva de acercarse al pueblo y de compartir con él sus ilusiones y alegrías.

Acción del Gobernante. A poco de iniciarse el gobierno del Presidente Aguirre Cerda, el 24 de Enero de 1939 se produjo el terremoto que redujo a escombros las provincias sureñas y originando gravísimos trastornos económicos y la perdida de 30.000 vidas. Ninguna oportunidad pudo tener el país parra aquilatar mejor el temple humano del nuevo gobernante. El Señor Aguirre y su esposa se trasladaron horas después de la catástrofe a los lugares mismos de la desgracia. Con su presencia levantaba la moral deprimida de las poblaciones afectadas, prodigando palabras de aliento y de consuelo, a la par que permitían al Mandatario medir la magnitud del suceso. El Presidente se impuso en el terreno mismo, de las proporciones del siniestro. Las ciudades de Concepción y de Chillán, desmoronadas. Se paralizaron sus faenas de producción y de abastecimiento. Los pequeños pueblos, las aldeas, desaparecieron. Varias decenas de miles de personas, sin techo ni alimentos, lloraban a sus deudos desaparecidos por la inclemencia. El Señor Aguirre Cerda proveyó todo lo necesario para un auxilio inmediato a los damnificados, todo lo que aliviara mo-