largada desde la distancia, sin que intervengan figuras ni objetos materiales de ninguna especie y que hiere de una manera fulminante. Es la manifestación más formidable del poder del brujo, reservada casi siempre para vengar injurias propias. Sólo algún amuleto muy eficiente puede proteger contra la rociada; y
b). El daño o mal impuesto, que se ocasiona por cuenta ajena, sin odio a la víctima. Este ramo es ejercido principalmente por mujeres. Para lograr el daño, se debe entregar a la bruja una prenda intima de la víctima: un cadejo de pelo, un trozo del vestido, etc.; además, se le debe proporcionar un perrillo. La bruja arranca a éste el corazón, que envuelve en la prenda recibida y que hiere en seguida furiosamente con un alfiler, pronunciando horribles conjuros. Este acto, en que se invierte el orden de los acontecimientos y se usa la magia simpática, se crée suficiente para imponer el mal.
Algunas brujas trabajan con dos maniquíes, uno macho y otro hembra. La prenda es clavada por ella con un alfiler en el sitio en que se desea producir el daño, después de lo cual