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expositores de la sociedad santiaguina no podían reunir piezas comparables - con excepción de la Virgen del Socorro aportada por don Pedro de Valdivia - a los cautivadores ejemplares de los rincones extremos de nuestro suelo. Bastaría recordar "La Cena", de tamaño natural, que guarda la iglesia del pueblo de Tarapacá y los inconcebibles tesoros que ocultan, los templos de Chiloé.

Sin embargo era consolador el contingente propiamente chileno que exhibía la exposición, en 16 piezas sobre un total de 150. Deliciosos de contorno eran una Cabeza de Cristo (N° 35) de factura colonial, un Fanal de la Virgen del Carmen del siglo pasado (Nº 32), el Niño Dios del siglo XVIII (Nº 180) y otras burdas pero características imágenes.

En ningún caso reveló esta muestra el alcance y significado de la expresión popular, profusamente diseminada a lo largo del país y ya descartada del programa de las artes manuales.

Hacia los comienzos de nuestra centuria irrumpió la industria nacional con sus santos de yeso y en los días que corren se impone como monopolio. Solamente un artífice de Santiago, Octavio Jofré, figuraba hasta hace poco como el único sobreviviente de la antigua artesanía, pero se plegó al fin a los nuevos usos y perfeccionó sus estudios. Tenía ante sí el ejemplo de "don Eneas", su vecino del barrio La Chimba, el cual sucumbió en su intento de revalidar los trabajos en madera. Su taller de la calle Manzano conoció buenos tiempos, pero al fin suspendió sus labores, no dejando ni sucesor ni aprendices. Había hecho su aprendizaje en el gran taller que, en la Alameda, tanto acreditaron Ambrosio y su hijo Pedro Santelices en la segunda mitad del siglo pasado. Estos artífices a su vez, habían tomado lecciones de los santeros quiteños establecidos en Santiago con una tienda especial en el Portal Tagle (actual Bulnes). Desgraciadamente no se ha conservado el nombre de estos maestros ecuatorianos, acreditados en su época, como los exclusivos proveedores de las Iglesias de Santiago. Fué con ellos, precisamente con quién hizo su noviciado en la estatuaria el escultor chileno José Miguel Blanco (1839-1897). Son muchos los templos metropolitanos que aún ostentan imágenes de los Santelices y de Blanco; como asimismo de Juan de Dios Espinosa, artífice independiente que tenía su taller en la calle de Santa Victoria.

La industria de la santería en yeso ha absorvido toda demanda, a lo largo del país; y, el único caso que se conoce de algún artífice que trabaje actualmente en otro material, y aún en madera, es el escultor y pintor Foscarini, en su taller