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esta nómina de adopciones Chile podría oponer otras tantas especies de su territorio, pero desde la época de los Conquistadores no se les ha protegido, dando estos guerreros el ejemplo al dedicar en el Valle Central la palma chilena (Jubea spectabilis) a forraje de las cabalgaduras. La reacción nacional para salvar esta especie de tan singular elegancia y efectiva utilidad sólo vino a hacerse sentir a fines del siglo pasado, pero su consideración no es aún efectiva. Similar rehabilitación tampoco se le ha concedido al característico pino chileno (Araucaria imbricata) llamado piñon o pehuen.

La prodigiosa flor de nuestra enredadera de la región austral, el "copihue" (Lapageria rosea), con sus variedades blancas y rojas goza de gran favor, pero mas bien con carácter social que nacional. No se distinguen ni se ensalzan otros géneros vegetales bien característicos como el "chagual" (puya coaretata), el "alerce" (fitzroya patagonica), el "algarrobo" (prosapis siliquastrum), el "arrayán" (engenia apiculata), el "boldo" (boldoa fragans), el "canelo" (drymis chilensis), el "chilco" (fucshia macrostemma), el "culén" (psoralea glandulosa), el "espino" (acacia cavenia), la "frutilla" (fragaria chilensis), el "maitén" (maitenus chilensis), la "papa" (solanum tuberosum), el "quillay" (quillaja saponaria), etc. Bastaría recordar al respecto que la isla de Chiloé y nuestros territorios australes pueden ser un punto de partida para el mundo entero de la papa (patata)y la frutilla, ambas de divulgación universal.

Nuestras especies animales no podrían disfrutar de tamaña exclusividad. No nos atrevemos a nacionalizar el cóndor ni el huemul, heráldicos distintivos de nuestro escudo; y, en general nuestra fauna no podría en ningún caso tomar categoría territorial porque casi toda ella es extensiva al Continente. Nos hacen falta terroríficas y llamativas especies como los papagayos, las víboras, los avestruces, y los tigres de nuestros vecinos; y ni aún podemos vanagloriarnos del puma que pertenece a todos los Andes. Menguado papel hacen en el cuadro general nuestros gatos monteses y el pudú (pudú simplicornis), especializándose más bien la originalidad en la fauna del mar y del aire y recordando en esta última a aves tan típicas como el "pidén" (rallus sanguinolentus landbecki) y el "Chercán" (troglodytes musculus chilensis) con atractivos muy especiales.



Bibliografía

Goroztazu Astengo,