Página:ECH 3009 3 - Equitación criolla.djvu/9

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bien se asimila en el desierto y en las montañas de Tarapacá y Antofagasta al modelo de la carona de los bolivianos, repudia abiertamente el corte y material de la albarda española, para identificarse, en lo posible, a un tipo de enjalma difundido en toda Suramérica. Sus dos paralelas piezas de madera, oblicuadas en su colocación, van unidas en los extremos por arcos de leña y por refuerzos de suela en las uniones restantes. Esta disposición ha inducido, por antonomasia, a denominar "enjalma" tanto al más elemental casco o armazón o a la más aparatosa silla, como asimismo a las más osadas simplificaciones del avío. El "lomillo" chileno destinado a defender de todo roce el dorso de la cabalgadura es un recurso tan corriente como los "bastos" argentinos o los "bastes" mejicanos (derivados ambos del baste español) o almohadillas de cuero para conformar los costados; y en esta línea de confusión están las bayetas o mandiles, la peineta, la copa, la cabecilla, el borren, el fuste, la cabecilla y tantas otras minucias del recado de montar, en evolución propia.

Abordando una creación chilena hay que aludir a los estribos de madera, en los cuales se prefieren maderas autóctonas como el espino, el quillay, el peumo, el litre, sin repudiar al nogal, al sauce, al naranjo y al limón. Tanto los modelos del gran zapato como las heterogéneas hormas aparecen bien voluminosos y profusamente labradas. Estas últimas, llamadas confusamente "estuche", "cabeza de perro", "media campana", "baúl", "mate", "trompa de chancho", "horno", etc., van modeladas con una parte frontal, casi plana, y recias volutas laterales. Motivos preponderantes del relieve son las cadenetas y especialmente los labores de "abotonado", dentro de los tradicionales adornos moriscos de los botones labrados. Como obras de arte