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tomar mate en Chile, a diferencia de otros países latinoamericanos como los vecinos Uruguay y Argentina, está cada vez más circunscrito a las localidades rurales y a la hora de once, o las once u onces, vale decir el momento de la tarde en que predominan el té o el café. Se supone que esta terminología numérica provendría de la misma cantidad de letras que tiene la palabra aguardiente, el que se acostumbraba a beber solo o mezclado, durante la época del reino de Chile; pero, como estaba prohibido para soldados y funcionarios públicos en su horario de trabajo, se buscó la sustitución del término delator gracias a la fórmula hacer o tomar once(s), la que después perdiera su razón original y se aplicara a otros tipos de refrigerio vespertinos.

En muchos hogares el mate reviste un marcado sentido familiar, bajo la tutela de la dueña de casa, imponiéndose aún para su preparación y consumo el empleo de calabazos de forma globular y capacidad equivalente a la de una taza, también denominados mates, y cuyo contenido debe quedar correctamente cebado, en cuanto a la infusión de la yerba con agua hervida y a la proporción de ella respecto del azúcar en pan y de las consabidas hojitas de vegetales aromáticos y de buen efecto estomacal, como cedrón, toronjil, naranjo. En algunos casos se ceba el mate incluyendo leche o aguardiente.

La idiosincrasia gastronómica nacional se refleja fielmente en la agüita, que muchas personas se sirven invariablemente después de comer, y las menos sólo cuando éste ha sido copioso y en exceso sazonado.

Existe una gran variedad, como producto de la infusión de hierbas, lonjas de piel de frutas u hojas de árboles, todas consideradas digestivas, cualidad que puede aunarse con la virtud medicinal. Encontramos, entre otras, agüitas de boldo, de menta, de cascarita de limón, de hojitas de durazno, de palto.

La naturaleza chilena ofrece una abundante diversidad de productos comestibles, muchos de los cuales cumplen una función folklórica no sólo relacionada con el significado biológico y social de su consumo, sino que también con sus practicas de cultivo, de recolección y de entrega a la comunidad.

El mar suministra algas que ya tienen una prolongada tradicionalidad alimenticia, como el citado luche, y el múltiple cochayuyo