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de las divisiones propuestas para nuestras comidas en lo que atañe a su calidad folklórica, utilizaremos, a modo de revisión general, las dos siguientes clases de diferenciaciones: la que concierne a las categorías, intensidad y objetivos de la alimentación, y la referente a los horarios de consumo.

En cuanto a la primera y en lo que respecta a la entrada y al postre, o sea el elemento inicial y el final de lo que consideramos procesos diarios completos de comer, observamos que su variedad dista de ser grande, y que uno de ellos o ambos pueden omitirse constantemente, o aparecer de manera esporádica en ocasiones de particular importancia.

Entre las entradas mencionemos la de sardinas con cebolla picada, la de tomates en torrejas con choclo picado, la de porotos verdes con huevo cocido y molido, la de porotos con cebolla, la de ave fiambre con distintas ensaladas, la de arrollado de chancho con el acompañamiento anterior. Postres comunes y representativos son el de huesillos, esto es duraznos deshidratados servidos en el jugo de su propia cocción; el de manjar blanco, equivalente nacional del hispanoamericano dulce de leche y azúcar; el de dulce de membrillo, producto de la cocción de esta fruta molida y adecuadamente azucarada. Cuando alcanza la consistencia necesaria, se vacía caliente en moldes de madera, loza o hierro enlozado, a los cuales no sólo se adapta con facilidad sino que hasta conserva la formas caprichosas de ellos, gracias a la condición plástica que le concede la goma protectora de las semillas del membrillo. Subproducto de él es la jalea del mismo nombre, un jarabe hecho con el líquido obtenido en una de las fases de la preparación del dulce. Otro postre que requiere de una conveniente descripción debido a su depurada chilenidad, es el de sopaipillas pasadas, compuesto por panecillos discoidales, elaborados con harina de trigo, manteca, agua y pulpa cocida y molida de zapallo maduro y dulce, bañados en chancaca o en almíbar, y con pedacitos de piel de limón o de naranja. Las sopaipillas sin pasar se comen, generalmente, como sustituto del pan a la hora de once. En uno u otro caso su filiación se encuentra en aquella gruesa hojuela española denominada sopaipa.

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