La Iglesia de Dios, por admirable providencia, está constituida de tal manera que aparece en la plenitud de los tiempos como una inmensa familia, abrazando la universalidad de la humanidad, y esto, tal como sabemos, se manifiesta divinamente, entre sus otras notas características, a través de la unidad ecuménica. Ya que Cristo nuestro Señor no se contentó con confiar sólo a los Apóstoles la misión que había recibido del Padre, cuando dijo: Toda potestad en el cielo y en la tierra me es dada. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos[1], sino que también quería que el Colegio Apostólico[a] fuera perfectamente uno, con un vínculo doble y muy estrecho: uno intrínseco, con la misma fe y caridad que se transmite en los corazones ... por el Espíritu Santo[2]; el otro extrínseco al régimen de uno ante todo, habiendo confiado a Pedro el primado sobre los demás Apóstoles
- ↑ El Colegio Apostólico, tiene su continuidad den el Colegio de los Obispos.