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MEMORIAS Y TRADICIONES 43

níamos clavada la vista sobre la solitaria lápida, y quizás alguna 'ágrima se desprendió de nuestros ojos y cayó sobre ella.

A Casacuberta le había tocado el triste destino de'los vencidos con La Madrid en el Rodeo del Medio. Yo, era uno de los pocos bhi- jos de la patria que entraron en Potosí llevando los huesos del ge- neral Lavalle a la tierra boliviana. Casacuberta había traspuesto los Andes en busca de asilo. Yo había cruzado el Pacífico alentado con la esperanza de mejorar mi suerte en el suelo chileno. Pere- grinos arribados de opuestos extremos, pero soldados de una mis- ma causa y por la misma causa errantes, el azar nos había traído ante el sepulcro augusto del héroe que encarnó en vida nuestros

más caros ideales... Llenos de recogimiento y de urción, elevamos nuestras almas en una plegaria muda... (1) Tn

Aquellos de nuestros compañeros de infortunio que no se ha- Ulzban colocados en el país, se habían ausentado de él, en busca de trabajo y de recursos. Yo me hallaba en el caso de hacer lo que los últimos, y la cubierta de un buque me esperaba. Bolivia había sido para mí generosa y hospitalaria, y a no haber mediado las ve- leidades propias de mi juvenil edad, hubiera probablemente sido, domiciliado allí, un hombre feliz.

El general José María Pérez Urdininea, presidente interino de aquella República, al tiempo de asilarnos en ella, me había he- cho las provduestas más halagiieñas a fin de que me estableciese en el país; pero un viejo coronel de nuestro ejército, hijo de Mendo- za y del nombre Prudencio Torres, trabajaba mi ánimo en otro sentido. Avecinado en otro tiempo en la capital de Chile, Torres había contraído allí crecido número de relaciones; y esto, como era natural, lo constituía un ardiente apasionado del pueblo chi- leno.

—Puesto que alií cuentas—me deciía—con un tío carnal dueño de una gran fortuna, debes acercarte a él. Muy justo es que él te ayude en tu situación actual; siquiera en tus esfuerzos por pro- curarte una ocupación que te permita vivir decorosamente. Yo le conozco y le hablaré de ti. Decídete y vámonos a Chile...

Cuando nuestra voluntad está inclinada en favor de algún propósito, la más leve indicación, el más trivial argumento que en su apoyo se nos haga, valen como inmejorables razones. Yo tenía vivos deseos de conocer Chile, y seguí los consejos del coronel, en vez de aceptar las generosas ofertas del general Urdininea.

Este último había sido amigo y compañero de armas de mi padre en la guerra de la Independencia. Cuando supo que me. pre- paraba para emigrar a Chile con otros compatriotas, me llamó por medio de una esquela.

Por aquellos días había ganado el general Balliván una ba- talla en los campos de Ingaví, destruyendo, gracias a ella, las pre- tensiones del general Gamarra, empeñado en anexar nuevamente el suelo boliviano a la República del Perú. Para celebrar el feliz suceso, se dió en Potosí, capital provisoria de la República, un sun- tuoso baile oficial. Los argentinos simpatizábamos con la causa boliviana. Era la de la independencia, y los que habían protesta- do de una manera tan solemne contra la opresión de los pueblos,


(1) Es e) caso notar que los restos de Lavalle, traídos de Bolivia, descansaron un tiempo en Chile, antes de ser repatriados.