INTRODUCCIÓN
Alrededor de medio siglo ha transcurrido (para las unas más, para las otras menos) desde que las obras literarias del escritor-soldado que "La Cultura Argentina" recoge e incorpora en este tomo al acervo intelectual del país, vieran por primera vez la luz. Todas ellas, — las que contiene el présente volumen, las que forman el anterior denominado Teatro, y algunas otras que se perdieron [1]— fueron impresas en pobres imprentas de San Juan y lanzadas casi exclusivamente a la circulación local, en reducido número de ejemplares. De D. Pedro Echagüe ha dicho con verdad uno de sus biógrafos, que fué algo así como un Robinson literario, siendo San Juan su correspondiente isla desierta". En efecto: circunscripta la difusión de sus libros a la provincia andina, apenas si algunos de estos llegaron a leerse fuera de ella, o fueron conocidos por contemporáneos ilustres como Mitre, Andrade, Juan Carlos Gómez y Juan María Gutiérrez, que les dedicaron juicios laudatorios en cartas al autor. Fragmentos de esas cartas, que transcribiré más adelante, no se publicaron jamás sino en la misma San Juan. De manera que aquellos trabajos y aquel nombre quedaron, por el espacio de diez lustros, prisioneros en la isla solitaria...
Que D. Pedro Echagüe sintió el dolor de la ingratitud y del olvido que sobre él cayeron en los últimos años de su vida, tras de tanto y tanto bregar con el heroísmo y el desinterés propio de los hombres de su generación, por la libertad política y el progreso espiritual de su patria, lo dicen bien claro numerosos pasajes de sus libros. Como dicen también su esperanza en la justicia de la posteridad. "Dejo cuatro hijos, algunos versos y unos cuantos libros que acaso señalen alguna vez mi pasaje por el mundo", escribió en el prólogo del libro tercero de los Apuntes de un proscripto. En la dedicatoria de una pieza en un acto titulada Los niños, que, según he referido en otra parte, compuso para colegiales, — y uno de cuyos intérpretes fuí yo mismo, — su melancólico lamento crepuscular, al par que su fé en la recompensa póstuma, se manifiestan así: "Yo, pobre poeta, relegado a vivir de recuerdos, sabo
- ↑ Un depositario infiel, a quien D. Pedro Echagüe le confió, poco antes de su muerte, la única colección completa que de sus obras existía, a objeto de que las hiciera imprimir, ni cumplió su mandato ni devolvió jamás el depósito, no obstante los reclamos que le interpusieran repetidamente los herederos del autor. Sobre este despojo complicado de infidencia, el hijo de Echagüe posee una abundante documentación que se propone publicar.