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Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/123

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el anacronópete

aquel drama cuyo fin, según diremos de paso, fué el siguiente: Vencidos los de la poterna simularon una reconciliación; é invitando á un festín á los de la escuela Tiguriana, los degollaron á todos arrojando sus cadáveres en las cloacas. Los traidores fueron ahorcados, sus muebles consumidos por el fuego; y, allanadas sus viviendas, el área en que se alzaban fué conocida en adelante con el nombre del barrio de los asesinos.

Restituído milagrosamente Benjamín al Anacronópete, compartió su pitanza con Clara y con Juanita que desde la desaparición del ejército no salían de su cuarto en el que la aflicción las tenía relegadas; propinó algunas yerbas saludables que había cogido para don Sindulfo y emprendió su marcha hacia el celeste imperio. Pero al abrir su armario para hacer unas apuntaciones en el diario de bordo ¿qué creerán mis lectores que encontró dentro? Pues nada menos que la pata del burro hirsuta y sanguinolenta ocupando en el casilicio el lugar del famoso hueso que el desgraciado comprara en Madrid á peso de oro tomándolo por una canilla de hombre fósil descubierta en las inmediaciones de Chartres.

Por fin sonó el año 220 en el cuadrante del tiempo relativo y, haciendo alto el coloso en los arrabales de Ho-nan, la esperanza de hacerse dueño del secreto de la inmortalidad borró el desengaño antropológico de que jamás hizo mención Benjamín á sus compañeros de viaje.

Repuesto ya don Sindulfo de su acceso, aunque con la razón no muy conforme, como se verá por el curso de los acontecimientos, y entregadas las muchachas á esa obediencia pasiva que es la indiferencia del dolor, dispusiéronse todos á penetrar en la corte de Hien-ti, no sin que previamente cohonestara el políglota la desaparición de las francesas con una insurrección á bordo que le había puesto en el caso de desembarcarlas según sus deseos.