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el anacronópete
festín gritando á sus comensales con feroz alegría:
—El pueblo tendrá bestiarios: la paz de Pompeya queda por ahora asegurada.
Y en efecto; unas horas después, al resplandor del sol naciente, el pobre tutor con los piés ensangrentados por la penosa ascensión del Vesubio rodaba á los profundos abismos del volcán, al mismo tiempo que sus compañeros de viaje penetraban en las mazmorras del anfiteatro para servir de pasto á las fieras y de diversión á la más soez de las plebes.