de matanza era tal, que los jueces, tendiendo por el contrario el pólice y cerrando el puño, prorrumpieron unánimemente en voces de: recipere ferrum; lo que equivalía á exigir que se le diera el cachete. Sólo faltaba la ratificación del Prefecto al clamor popular; pero el presidente, sea por lástima ó por capricho autoritario de oposición, agitó un lienzo blanco en señal de conceder el missio ó perdón por aquella vez en nombre del monarca augusto. Clemencia estéril entonces porque el herido acababa de ascender á cadáver. Retirado su cuerpo de la arena con unos garfios de que tiraban cuatro esclavos, dos ediles salieron á ofrecer al victorioso atleta la palma de plata otorgada á su valor. Los espectadores no creyendo justa la recompensa, pusiéronse á gritar:
—¡Lemnisci! ¡Lemnisci!
Y el Prefecto, á fin de no herir susceptibilidades, accedió á la demanda disponiendo entregar al gladiador, en sustitución de la palma, las guirnaldas de flores sujetas por cintas de lana, símbolo de los lemniscati; con lo que el agraciado quedaba manumitido de la esclavitud, entrando desde aquel instante en la categoría de los libertos.
Un murmullo de satisfacción que con el arrellanarse en los asientos es en toda asamblea precursor del espectáculo preferente, indicó el turno de los bestiarios.
Clara y Sun-ché, agobiadas bajo el peso de tan espantosa situación, eran casi conducidas en vilo por unos soldados, pues su abatimiento las impedía caminar. Benjamín, sacando fuerzas de flaqueza, procuraba mostrarse hombre y filósofo, avanzando serenamente. Juanita era la que con una resolución impropia de las circunstancias, entró en la arena emulando en desenvoltura á los chicos que se echan al redondel á correr novillos embolados. Habiendo escapado ya á tan varios como inminentes peligros, creíase impermeable, valiéndonos de su propia expresión para tra-