Una de las imprescindibles excursiones que hay que hacer en Punta de Gales es á Wackwella (pronuncia Guacuela). Un cómodo y bien acondicionado coche te lleva, mediante tres rupias (treinta reales), y durante cuatro horas, á visitar el bosque de los caneleros; y por un camino imposible de describir, en el que abundan los árboles más raros, las aves más trinadoras y pintadas que puede soñar la fantasía, y por el que constantemente te sigue una turba de rapaces ofreciéndote, ya un mangustán rojo como la grana y blanco como la nieve, ya un coco con que aplacar la sed, ya una rama de canela con que perfumarte, llegas á la plataforma en cuestión, desde la que, saboreando un refresco del país, divisas un extenso horizonte, cuajado de islas de cocoteros y de colinas de cafetales, por las que serpentea lo que al pronto parece un ancho y caudaloso río de muchas leguas, y que resulta ser una interminable y consecutiva serie de plantaciones de arroz. En el fondo se destaca el pico de Adán, monte situado al N. de la isla, detrás del que existe el puente de Eva, que une la isla de Ceylán al continente Índico, separados por el estrecho de Palk. Porque, debo advertirte, que los cingaleses pretenden, y creo que con razón, que el Paraíso terrenal estaba en su casa; así es que se encuentran allí todos los nombres de nuestras Sagradas Escrituras, y hasta se rinde culto á la Virgen María.
Oye cómo la teogonía de los bramines cierra el capítulo de su Génesis:
«Atani entristecía en el Paraíso; Dios le dió á Iva por compañera (aquí sigue una bellísima descripción imposible de traducir, pero tan admirable como el cántico de los cánticos). Y al contemplar Dios tanta ventura, dijo:—Ahora sí que estoy satisfecho de mi obra; ya es perfecta; he producido el amor.»
Suenan las once de la mañana del día 4 y no tenemos tiempo que perder. Despidámonos de los pasaje-