rato Reiset y Regnaut para producir el oxígeno respirable y tantos otros detalles rudimentarios. Elévome, pues, al centro de la atmósfera, que es el cuerpo que se trata de descomponer y al que seguiré llamando tiempo. Como el tiempo para envolverse en la tierra camina en dirección contraria á la rotación del planeta, el Anacronópete para desenvolverlo tiene que andar en sentido inverso al suyo é igual al del esferóide ó sea de Occidente á Oriente. El globo emplea veinticuatro horas en cada revolución sobre su eje; mi aparato navega con una velocidad ciento setenta y cinco mil doscientas veces mayor; de lo cual resulta que en el tiempo que la Tierra tarda en producir un día en el porvenir, yo puedo desandar cuatrocientos ochenta años en el pasado.
Ahora bien; lo primero que salta á la vista es que, cualquiera que sea la velocidad de la locomoción y la altura á que ésta se verifique, el Anacronópete no ha de hacer más que describir una órbita al rededor de la tierra como la que al rededor de los planetas describen los satélites; y así sucedería en efecto si la atmósfera permaneciera inalterable; pero como la descompongo, en cada vuelta deshago su obra de un día y allí donde me paro allí está el ayer. Veamos cómo se verifica este fenómeno.
Dícese vulgarmente que para conservar las sardinas de Nantes y los pimientos de Calahorra hay que extraer el aire de las latas. Error. Lo que se extrae es la atmósfera y por consiguiente el tiempo; porque el aire no es más que un compuesto de nitrógeno y oxígeno, mientras que la atmósfera, además de constar de ochenta partes del primero y veinte del segundo, lleva en sí una porción de vapor de agua y una pequeña dosis de ácido carbónico, elementos todos que no se separan nunca al llenar un vacío. Pero apartémonos de la ciencia y vengamos al razonamiento vulgar.
Figurémonos que el mundo es una lata de pimien-