terruptor volvía á ponerse de pié, y encarándose con el disertante exclamaba:
—No sin temor voy á exponer una duda.
—Escucho—dijo el sabio.
—Si por ese procedimiento, que no admite refutación, camina uno hacia atrás en el tiempo: ¿no sucederá que á medida que el anacronóbata pierda años, se vaya volviendo más joven?
—Indudablemente.
Aquí la sensación del bello sexo se tradujo en un grito de alegría.
—¿De modo que el viajero acabará por no existir á fuerza de irse achicando?
—Eso es lo que acontecería si la ciencia no lo hubiera previsto todo.
—¿Y cómo neutraliza su señoría esos efectos?
—Muy sencillamente: haciéndome inalterable merced á unas corrientes de un fluido de mi invención. ¿No camino yo hacia el pasado? Pues así como pueden guardarse sardinas frescas para el porvenir, me garantizo del ayer que constituye mi mañana. Es el procedimiento de las conservas alimenticias aplicado á la vida animal con el efecto invertido. Y esto sentado, permítaseme poner punto final á mi conferencia, pues avanzan las horas y me urge tener esta noche una entrevista con Felipe II para enterarme de si el pastelero de Madrigal fué ó no positivamente el rey portugués cuya desaparición dejará de ser en breve uno de los misterios de la historia.
Un diluvio de hurras se desencadenó en la sala. Los hombres lanzaban al aire sus tricornios y sus sombreros; las señoras cubrían de flores la tribuna del orador, y el órgano, ejecutando una marcha compuesta para aquella solemnidad, lograba á duras penas dejarse oir entre las frenéticas vociferaciones del desbordamiento público.
Por fin, nuestro ilustre compatriota, rodeado del