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Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/374

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enrique gaspar

mero. Él se descubrió, y arreglándose el cucuné le expuso el objeto de su visita. Busca por aquí, busca por allá, ni sombra de alocución en el pupitre de don Serapio. Con la confusión y las prisas debieron ponerse tan cerca uno del otro, que el fleco de la berta de doña Remigia se enredó en uno de los botones de la casaca del catedrático, y cátenlos ustedes trabajando por desasirse. Primero todo fueron risas, después ya empezaron como á ponerse formales, el fleco no se desprendía y los dedos se enredaban. En suma, cuando don Serapio que había encontrado el discurso en el fondo del morrión, entró en la casa para decirle á su amigo que no se molestase en buscarlo, pues había dado con él donde menos lo presumía, es decir cerca de su cabeza, encontró al teniente ascendido, y, señalándole la puerta, dimitió la capitanía y se retiró con su mujer á Toro de donde ya he dicho que era natural.

Los remordimientos, la vergüenza y el desprecio de sí mismo que le inspiraba su conducta, produjeron en don Abundio unas viruelas que le pusieron entre la vida y la muerte. Por fin se restableció; pero ya no volvió á ser ni sombra de lo pasado. Transcurrido el tiempo reglamentario pidió su jubilación y retiróse á Madrid donde le tenemos buscando por la paz del cuerpo la tranquilidad del espíritu.

Pero nada hay duradero sobre la tierra, ha dicho el sabio (y no lo repito en griego no sé por qué).

Un día recibió una carta que, si empezó llamándole la atención por la ridícula forma del sobre, le llenó de alarma al abrirla y verla fechada en Toro. Decía así; salvo la ortografía:

«Muy señor mío y mi dueño: Tengo el gusto de participar á usted que ayer se murió el difunto don Serapio Manso, lo que hemos sentido mucho y rogad por él. Lo hemos enterrado junto con doña Remigia (q. b. s. p.) que también se murió hace dos días