Ir al contenido

Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/391

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
387
la metempsícosis

chitril. Mi primer cuidado fué llamar á gritos á Manteca; pero en lugar de la suya, fueron las cinco voces de mis camaradas las que me contestaron contándome que también ellos se hallaban en idéntica situación. Yo creo sin embargo que esto no ha de durar mucho, porque mis compañeros han ido saliendo por turno, y al pasar por aquí delante decían á los que quedábamos: «¡Una puerta abierta! Sálvese el que pueda!» Y ya no he vuelto á oirlos; lo que me prueba que han logrado evadirse. Hasta ahora van cuatro, de modo que sólo gemimos presos el Carabinero y yo.

Asi discurría Pendenciero cuando de repente encontróse inundado en luz; la puerta de su mazmorra se había abierto de par en par como movida por un resorte, é inútil es decir que se echó fuera dando brincos de alegría y gritando con toda la fuerza de sus pulmones:

—¡Carabinero, Carabinero! ya me han soltado, estoy libre. ¡Viva la libertad! ¡Viva Riego!

—Acérquese usted por acá—le contestaba el otro—y ayúdeme usted á derribar esta maldita puerta á ver si podemos escaparnos juntos.

Y don Abundio por una parte y Carabinero por la de dentro, pusieron á prueba sus testuces; pero aquello era más duro que pan de limosna. En esto el liberto sintió un agudo dolor entre las paletillas y notó que le colgaban unas como cintas escaroladas por el lomo.

—¡Brutos!—exclamó con un prolongado bramido.

—¿Qué es eso?

—Una cerbatana que algún mal intencionado acaba de propinarme. ¡Y cómo me pica! Carabinero, compóngaselas usted como pueda que yo no aguanto más. Aquí hay una salida y por ella me escurro. Hasta más ver.

Y colóse en efecto por una como boca de antro que, apenas lo recibió en su seno, cerróse herméticamente dejándolo tan á oscuras como lo estuviera hasta entonces.