nos sería dable cambiar la condición humana evitando los cataclismos que tamañas dislocaciones han producido en la sociedad?
—Aclare usted su pensamiento.
—Supongamos que caemos sobre el Guadalete en las postrimerías del imperio godo.
—¿Y bien?
—¿No cree usted que dando un curso de moral á la Cava y á don Rodrigo, ó haciendo ver al conde don Julián por medio de la lectura de Cantú, Mariana y Lafuente, las consecuencias de su traición, lograríamos torcer el rumbo de los acontecimientos é impedir que hubiera tenido lugar la dominación árabe en España?
—De ningún modo. Nosotros podemos asistir como testigos presenciales á los hechos consumados en los siglos precedentes; pero nunca destruir su existencia. Más claro; nosotros desenvolvemos el tiempo, pero no lo sabemos anular. Si el hoy es una consecuencia del ayer y nosotros somos ejemplares vivos del presente, no podemos, sin suprimirnos, aniquilar una causa de que somos efectos reales. Un símil le patentizará á usted mi teoría. Figúrese usted que usted y yo somos una tortilla hecha con huevos puestos en el siglo viii. ¿No existiendo los árabes, que son las gallinas, existiríamos nosotros?
Benjamín recapacitó un momento, después de lo cual repuso:
—¿Y por qué no? Aun admitiendo la hipótesis de que ambos seamos descendientes del moro Muza, el evitar que éste y los suyos penetren en España no impide nuestra existencia. Yo no destruyo las gallinas; lo que hago es obligarlas á que sigan poniendo en África. Luego la tortilla puede subsistir sin otra diferencia que tener el Atlas por hornillo en lugar del Guadalete.
Don Sindulfo se mordió los labios no encontrando