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Página:El Angel de la Sombra.djvu/195

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EL ANGEL DE LA SOMBRA

la. Tengo que pedirle algo, y cumplirle una palabra que le di.

Bajó ligeramente los ojos, añadiendo sin transición:

—Soy la amante de Carlos Suárez Vallejo.

La conmoción de Sandoval fué tan violenta, que Luisa alzó de nuevo los párpados.

—Nadie fuera de usted debe saberlo en el mundo. Nadie—prosiguió con suave entereza—y menos los de casa. Lo que tengo que pedirle es que lo cuide como me ha cuidado a mí, para impedirle que me siga.

Su voz era paulatinamente más baja y categórica.

—Ahora, concluyó, quiero hablar con él solo. Vaya y envíelo acá. Usted manda en casa.

Y como el otro no se moviera, frunció imperiosa el entrecejo:

—Vaya en el acto!


XCII


Suárez Vallejo cayó de rodillas ante el lecho, empapando en lágrimas la pobre mano ya fría.

Luisa suspiró con la dicha callada y honda de las tardes perfectas.

Su mano desprendióse lentamente, para acariciar como solía los amados cabellos.

—Amor mío, mi único amor, el momento llega. Veo una luz inmensa en el mar!

El infeliz tembló de espanto y de lástima. Empezaba a no dudarlo el delirio, porque el mar, desde allá, no podía verse.