Página:El Cardenal Cisneros (02).djvu/15

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privilegios, y á pesar de que la corte de Roma era tan cauta en desprenderse de aquellas prerogativas que le aseguraban una influencia interna en las naciones extrañas, otorgó en Breve de 29 de Junio de 1497, completas facultades al Arzobispo para que pudiera reformar y corregir todos los abusos de su Diócesis, sin que persona alguna, por cualquier motivo, pudiera declinar su jurisdiccion. Este Breve del Papa, amplio y sin limitación, su posición de Arzobispo y el favor de la Reina, daban á Cisneros un poder incontrastable. Creíase que Cisneros usaría de él con rigor, pues fué harto desconsiderada la resistencia de los que ya podíamos llamar desaforados; pero aquel era demasiado político y demasiado magnánimo para acudir á una crueldad inútil, cuando no perjudicial, que habría tenido su repercusión en Roma, fuera de que aquel inmenso poder de que procuró armarse, era más bien un resorte moral para conseguir el resultado que se proponía evitando resistencias. La moderación más extremada, la circunspección más exquisita, fue la única norma de su conducta, y ni una sola queja se levantó en toda la Diócesis cuando tantos y tan envejecidos abusos estirpaba. El rigor, la ira, la crueldad empleados como sistema y hasta por lujo, no son propios de un hombre de Estado, ni aun en aquellos tiempos de inquisición y si se quiere de intolerante absolutismo. Quedan sólo como una mancha del siglo XIX en algún bajalato de Turquía ó en alguna kábila de Marruecos, pero queremos suponer que ya no están en uso en ningún pueblo cristiano.


XVII.

El pueblo admiraba la virtud, la entereza y el génio de Cisneros; pero todavía no le había hecho su ídolo. Acaso inspiraba más respeto que entusiasmo, más temor que cariño. La cruzada de los frailes, la oculta enemiga de la Grandeza y los agraviados por sus medidas habían cedido, pero nunca serian sus fervorosos partidarios. Encontraríalos, sin embargo, en el pueblo, en ese niño, débil eternamente, y eternamente con apariencias de gigante, que se identifica con las grandes inteligencias por el instinto y con los grandes corazones por el sentimiento, que aborrece con exceso, pero que ama también con idolatría, quizás olvidadizo de los agravios y vejaciones que sufre, pero grandemente agradecido á los