Página:El Cardenal Cisneros (03).djvu/16

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religiosos se aplicaron con gran paciencia á aliviar la suerte de los indígenas, y á corregir las violencias que con ellos se cometían. En pocos dias bautizaron á dos mil Indios, y cuando á los seis meses, el P. Ruiz tuvo que volver á la Península por haberse quebrantado su salud, trajo preso al miserable y cruel Bobadilla, que fuera desagravio bastante á la afrenta sufrida por Colon, si la casualidad no hubiera hecho que al tiempo de hacerse á la vela para España, el Almirante que habia recibido orden de no tocar en Santo Domingo, no llegara á la Isla para precaverse de la tempestad que su experiencia de viejo marino le anunciaba como próxima, y Ovando, el nuevo Gobernador, no le mandara salir al punto, deseoso de no comprometer su imparcialidad al frente de la Española.

Francisco Ruiz pudo llegar al fin á nuestras costas, no sin sufrir la violenta tempestad anunciada por Colon, la cual dispersó á la escuadra, haciendo naufragar á la mayor parte de los buques. Grandes tesoros tragó el mar, principalmente de los que pertenecían á los enemigos de Colon y se sospechaba fuesen mal adquiridos, pero Francisco Ruiz salvó muchas curiosidades que traía para los Reyes y para el Arzobispo. Un grano de oro que venia á tener, mil ducados de peso, fué regalado al Rey como el mayor recogido en el Nuevo Mundo, y para Cisneros reservó una caja llena de ídolos disformes y monstruosos, que eran los Dioses de aquellas gentes.


XXV.

Tan pronto como pudo Cisneros, regresó á Alcalá, adonde le llamaba el noble afán de concluir su Universidad. Llegáronle por este tiempo las bulas del Papa Alejandro VI, en que se le autorizaba para la creación de este magnífico establecimiento, confirmadas después por Julio II y más tarde por León X, en que estos tres Pontífices le concedieron ampliamente el tesoro de sus gracias y privilegios. Reparó edificios arruinados, mejoró las vías de comunicación, hermoseó la ciudad y la dispuso para ser el gran santuario de la ciencia en los futuros siglos. No permaneció sino algunos meses en aquella, para él tan agradable residencia, pues la Reina le llamaba á Toledo, en donde debían de celebrarse