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mejor acuerdo que los fanáticos y los incrédulos, los militares de hoy podrian calificar aquel gran hecho de armas como una brillante calaverada, cuyo éxito se debió únicamente á la rapidez y al vigor del ataque.


XLIV.

Magnifica fué la victoria alcanzada por los Españoles, y lástima fué que la crueldad la desluciera y el pillaje y el saqueo la mancharan. Eran Moros los vencidos y creyóse que la humanidad estaba demás con ellos. Ni condición, ni sexo, ni edad, obtuvieron perdón, y apenas la noche disminuyó el estrago. En vano Pedro Navarro recorría la ciudad para evitar las asechanzas del Moro y enfrenar la soldadesca cristiana; en vano se oian los toques de retirada; perdido todo pudor, nuestros soldados continuaron la matanza y el saqueo, hasta que, muertos de fatiga y ahitos de vino, cayeron beodos, como cadáveres también, al lado de sus víctimas en las plazas y calles de Orán, ¡Ay! ¡Todas las batallas tienen sus magnificencias; pero después de ellas, cuando llega la victoria, no quedan más que horrores!

El sol del nuevo dia alumbró los de aquella noche y vio también la vergüenza de los vencedores. La compasión, traida por el remordimiento, reemplazó á la crueldad, y los Moros, guarecidos en las mezquitas, obtuvieron cuartel. Cuatro mil de ellos acabaron sus dias en aquella jornada sangrienta, y algunos llegan á doblar este número para contar el de prisioneros. Calculóse el botin en quinientos mil escudos de oro, suma inmensa para aquellos tiempos.

Cisneros hizo su entrada triunfal en aquella mañana. Vino de Mers-el-Kebir por mar á bordo de una embarcación, magníficamente empavesada. Los colores nacionales notaban al viento, la cruz archiepiscopal se levantaba en la proa, y en el centro de una gran bandera se leían estas históricas palabras: In hoc signo vinces. Dió gracias á Dios, al poner el pié en tierra, por ésta gran victoria, y cuando los soldados, llenos de entusiasmo, le aclamaban como vencedor, lleno de gran modestia, rechazaba estas ovaciones y repetía en alta voz este pasaje del Psalmo de David: ¡Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam! No todas