Página:El Cardenal Cisneros (07).djvu/8

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pasados los cuales se abria nuevo concurso para la provisión de las cátedras. Cuando los maestros no tenian discípulos se veian privados de los emolumentos anejos á su cargo y áun parte de su sueldo quedaba á beneficio de la Universidad, de modo que estas prescripciones mantenían la emulación del Profesorado, que no se hacia uraño y perezoso, como ocurre en nuestros dias aun á los catedráticos más brillantes de nuestros centros universitarios. Todavía Cisneros encontraba en la práctica medios eficaces, aunque indirectos, para estimular la aplicación y el celo de Profesores y discípulos, pues frecuentemente asistía á las cátedras y presidia gran número de ejercicios académicos.

Cisneros colocó la Universidad de Alcalá bajo el patronato perpetuo del Rey de Castilla, del Cardenal de Santa Balbina, del Arzobispo de Toledo, del Duque del Infantado y del Conde de la Coruna. Dejóle una renta anual de 14.000 ducados para atenderá sus gastos, y un siglo después ascendían ya á 30.000 las rentas de la Universidad. ¡Ay! Ni aquellos ilustres patronos ni estas cuantiosas rentas salváronla del naufragio en el presente siglo, y aunque es verdad que sus ruinas sirvieron de magnífico cimiento para erigir la Universidad Central, había algo que acompañaba á la tradición de la de Alcalá, que la debió hacer sagrada, como ha hecho hasta ahora la de Salamanca, la ilustre primogénita de todas las del Reino, á pesar del espíritu de economía que ha amenazado tantas veces ya su existencia.

Tres años después de la apertura del curso universitario de Alcalá, el Rey Fernando la visitó. Cisneros, que desde su vuelta de África corría mal con el Soberano, se consideró grandemente honrado por esta visita. El Rector de la Universidad, precedido de sus maceros salió á recibir al Rey, y habiendo exigido la guardia de éste que depusieran sus insignias, porque nadie podía usarlas en presencia del Soberano, éste se adelantó, y para dar un testimonio de su respeto por las letras, dijo á todos: nada de eso, que no las dejen: esta es la morada de las Musas, y en ella sólo deben reinar los que están iniciados en sus misterios. Don Fernando recorrió toda la Universidad, visitó todos sus departamentos, asistió á los exámenes y presenció las conferencias públicas. No podía desconocer aquel espíritu, aunque indocto, superior y sagaz, las ventajas que había de proporcionar á sus Estados aquel vivísimo foco de instrucción: así es que felicitó con entusiasmo á