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EL CARDENAL CISNEROS.

LIV.

Para apreciar con verdadera exactitud la nueva política que iba á representar en Europa el Rey de España, y en que debia ayudarle el Cardenal Cisneros, seria quizás conveniente retroceder algunos años, determinar la situación respectiva de las diversas naciones, conocer las alianzas del Rey de Francia con la República de Venecia enfrente del Papa y del Emperador Maximiliano, lo mismo que el resultado de esas alianzas, descubrir los resortes que dieron lagar á la Ligaa de Cambray, que dejó solo al León de San Marcos enfrente de todas las potencias, y cómo, después de cortada la melena de este soberbio león, el atrevido, poco escrupuloso y habilísimo Pontífice Julio II que la alentó, á quien por ello los venecianos llamaban Carnifex en vez de Pontifex, se declaró amigo de la humillada Reina del Adriático, atrayéndose todas las iras de la Francia, que aspiraba á desposear á Julio II de su poder como Príncipe temporal por medio de las armas, y de su tiara como Pontífice por medio de un Concilio. Temeriamos dar demasiada extensión á nuestro trabajo si entráramos en estas consideraciones, y por lo mismo nos limitaremos á hacer constar que el Papa se encontraba en situación apuradísima, ya amenazándole desde Bolonia los ejércitos de Luis XII y asomando la herejía de una manera formidable, pues de acuerdo el Rey de Francia y Maximiliano con algunos Cardenales, y singularmente con D. Bernardo Carvajal, que lo era de Santa Cruz, habían convocado en Pisa á un Concilio para desposeer á un Papa que introducía la guerra entre los Príncipes