Página:El Cardenal Cisneros (09).djvu/2

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cristianos, que había adquirido la tiara por simonía, según propalaban, y que no reunió un Concilio general, según promesa solemne que en cónclave habia becbo.

No se acobardó Julio II en esta situación, á pesar de que la fiebre lo tenia postrado en cama, y acudió al Rey de España, á quien llegaron las cartas pontificias en Sevilla en la primavera de 1511, cuando tenia á su lado á Cisneros. Don Fernando, que tenia á gran honor defender al Papa, como observan algunos historiadores, «cuando le tenia cuenta,» reunió en su palacio á gran número de Grandes y Obispos para conocer su opinión, que fué la de dirigir en favor del Papa las tropas preparadas contra los Moros. Depuso D. Fernando á Carvajal de su obispado de Sigüenza, prometió al Papa ayuda eficaz y pronta, aunque por entonces procuraba ocultar sus propósitos á Francia, y Cisneros, que le alentaba en esta dirección, escribió al Pontífice en igual sentido, y desde luego le hizo una fuerte remesa de dinero, que siempre ha sido el principal nervio de la guerra.

Los Estados de Castilla fueron convocados en aquel mismo verano en Burgos, y Cisneros, que habia vuelto á Alcalá, tuvo que hacer un nuevo viaje, llamado por el Rey, si antes sufriendo todos los rigores del invierno, ahora los del verano. A fin de Agosto llegó el Cardenal á Burgos, y aunque el Rey quiso que se alojara en casa del Conde de Salinas, haciendo salir de ella á su mismo nieto Don Fernando, no lo consintió Cisneros, si bien el Principe lo iba á visitar á su alojamiento con frecuencia, y por cierto que habiéndolos visto juntos en el jar din de Palacio, el Rey dijo á su nieto: Miradle bien, hijo mio, miradle bien; y si me creeis, no os apartaréis jamas de este hombre. Así, departiendo el Rey con el Cardenal y el Cardenal con el Príncipe, pasaban las horas que las arduas cuestiones de Estado, entonces tratadas por las Cortes reunidas, les dejaban libres, si bien la inmediata llegada del Nuncio del Papa imprimió á la política tal movimiento, que ya el Rey y el Cardenal de España no pensaron en otra cosa que en salvar al Pontífice y en atajar el vuelo de los ejércitos franceses en Italia.

Nunca rayaron más altas que en esta ocasión la astucia y la habilidad del Rey Católico [1], pues supo atraer á su partido, amen

  1. D. Fernando tuvo siempre mucha más diplomacia que Luis XII; y á propósito de esto leemos en un escritor francés: "Quelqn'un disant un jour á Ferdinand, que Louis XII l'accussoit de l'avoir trompé trois fois, Ferdinand, parut mecontent, qu'il lui ravit une partie de sa gloire; Il en a bien menti, l'ivrogne, dit-il avec toute la grossièreté du temps, je l'ai trompé plus de dix. — Gaillard, Rivalité, tom. IV, pág. 240. También Lord Herbert, que no es ciertamente lisonjero con D. Fernando, dice de éste en su Life of Henry VIII: nadie supo mejor que él servirse de los demas, y hacer que los fines de éstos sirvieran para los suyos.