Página:El Cardenal Cisneros (09).djvu/4

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General de nuestros Ejércitos, que entre en campaña, veinte dias después de la publicación de la Liga, con las Tropas, y la Artillería necesaria, para proceder al restablecimiento de los derechos del Santo Padre, y á la restitución de sus Plazas. La Cavalleria del Papa le debe seguir, el Egercito de Venecia debe marchar al mismo tiempo, y nosotros tendremos el Mar con una Armada superior á la de Francia; nosotros trabajaremos en dos cosas, en impedir que Principe alguno de Ylalia no falte al respeto de la Santa Sede, y á tratar con aquellos que contra toda justicia retienen la hacienda de la Yglesia, á fin de que la restituyan, si se puede por razón, sin esperar á que se lleve á fuerza de Armas. Así os rogamos afectuosisimamente, que ordenéis vuestras Oraciones en todas partes, á fin de que el Cielo bendiga nuestros buenos designios, que mantenga nuestra Santa unión, y de su paz á todo el Orbe Cristiano, de suerte, que podamos todos, de concierto, tomar nuestras armas contra los Ynfieles. El Rey de Ynglaterra, y el Emperador nos avisan que están prontos á ponerse en Campaña con nosotros.

Sobre esto, por no dar lugar á nuestros enemigos á censurar nuestra resolución, y por hacer patente la sinceridad de nuestras intenciones, habemos una vez avisado á nuestro hermano el Rey de Francia, que deje en reposo á nuestro Santo Padre Julio, y que haga retirar sus Tropas de todas sus tierras; que de otra manera iremos marchando con nuestros Egercitos en socorro de la Yglesia, nuestra común Madre. A Dios, Reverendísimo Padre, en Jesu-Cristo, á quien amamos, y respetamos. Dios os mantenga en su santa gracia.»


Después de este manifiesto, nadie podia extrañar que el Rey Católico aplazase la expedición de África y dirigiese á Italia sus ejércitos. Estaba además de por medio la gran autoridad del Arzobispo, tan partidario de la primera expedición, que en este caso, empero, apoyaba con calor la política de D. Fernando.


LV.

Tan pronto como pudo Cisneros desembarazarse de los negocios que le llevaron á la Corte, regresó de nuevo á Alcalá para consagrarse á algunos asuntos de familia y atender á su naciente universidad y á las necesidades de su diócesis. Entonces fué cuando quedó concertado el matrimonio de su sobrina Juana Cisneros con el primogénito del Conde de la Coruña, casa de las más ilustres y poderosas de Castilla, y entonces también cuando socorrió