Página:El Cardenal Cisneros (09).djvu/3

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del Papa y de la República de Venecia, al Rey de Inglaterra Enrique VIII y al vecino Emperador Maximiliano, que, viudo como era, habia luchado con el Papa para desposeerle y ocupar su lugar. Dispuesto ya para la guerra, seguro de tan poderosas alianzas, que preparó con admirable sagacidad, deseoso de dar un golpe decisivo á los Franceses, cuya dominación en Italia, desposeyendo á Julio II, oscurecía y anulaba la dominación española, Fernando el Católico dirigió, como manifiesto á España y á Europa, una carta á Cisneros, que era á un tiempo mismo declaración solemne y justificación detallada de la guerra. Hé aqui esta carta:


«Reverendísimo Padre, en Jesu-Cristo, Arzobispo de Toledo, Cardenal, y Primado de España, Gran Canciller, é Inquisidor General, á quien siempre habemos considerado, como nuestro amigo, y honrado, como nuestro padre; bien podéis dar testimonio, pues sabeis todas nuestras intenciones, del deseo que hemos tenido, y de los cuidados en que hemos entrado de hacer restituir al Soberano Pontífice á Bolonia, y algunas otras ciudades, que el Rey de Francia le retiene, y de impedir que no sucedan turbaciones, ni cismas en la Christiandad; y habiendo visto que no podemos conseguirlo, movidos de las justas quejas de la Yglesia, que imploran incesantemente nuestro socorro, y persuadidos del respeto, y de la obediencia, que todos los Reyes Cristianos le deben, habemos abandonado con gran sentimiento la empresa que teniamos aprestada para egecutarla contra los enemigos de nuestro Estado, y de nuestra Fé, por defender los derechos de la Santa Sede, y para mantener al Vicario de Christo en su autoridad, sobre que habemos resuelto emplear todas nuestras fuerzas, confiando en la gracia, y protección de Dios, cuya causa defendemos. Para hacerla con mas dignidad, y mejor suceso, uos habemos unido con el Santo Padre, y la Ylustrísima República de Venecia; y habiendo querido, que nuestra unión fuese pública, dejando al Emperador, nuestro hermano, y al Rey de Ynglaterra, nuestro caro hijo, tiempo para confederarse con nosotros, de que nos dan esperanzas por sus Embajadores.

Habemos ordenado á Don Raymundo de Cardona, nuestro Virrey, y