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gran benevolencia en aquella entrevista, y le ordenó que se retirase á Guadalupe, que ya le haría llamar cuando el estado de su salud se lo consintiese, nombrándole una guardia, de honor en apariencia, en realidad para espiar todos sus pasos. Por cierto que el Cardenal Cisneros escribió á su invariable amigo Diego Lopez de Ayala, su agente en la Corte, lamentándose de que asi se procediese con persona tan excelente en letras y virtudes, que venia á España á cosas de paz y de bien; añadiendo discretamente en la carta, que asi lo hiciese saber á Adriano sin dar motivo de sospecha.

Esta carta la escribió Cisneros á mediados de Enero de 1516 desde Alcalá, de cuyo punto no queria moverse á pesar de las solicitaciones del Rey, sin duda porque viendo próxima la catástrofe y adivinando que, por ser la más considerable del reino, la Regencia iba á recaer en su persona, no quiso hacerse presente para que no se le tuviese en ningún tiempo como solicitante de este supremo y peligroso honor. En Alcalá recibió á la Reina Germana cuando venia de celebrar las Cortes de Aragón, y la trató con la magnificencia que debia, dando ocasión á la Princesa, que siempre se habia manifestado ávida de diversiones y entretenimientos, á que se entregase á ellos con toda libertad, sin considerar que su marido estaba agonizando lejos de ella y que pronto iba á caer de aquella grandeza en que se hallaba colocada.

Duraron muy poco estos regocijos en Alcalá, pues la Reina Germana recibió noticias de la Corte en que se le decia la verdad sobre el estado desesperado de su marido, y tuvo que marchar precipitadamente para asistir á sus últimos momentos.

(Se continuará.)


C. Navarro y Rodrigo.