Página:El Cardenal Cisneros (10).djvu/8

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cuál fuera, porque su agente en Flándes le había escrito en estos términos: «Así mismo a avido platica si se llamara Rey y tambien paresce que al presente se debe de sobreser en esto, que después que alla sea se hara lo mejor, con todo el Principe aunque firma Principe riyese y alegrase quando lo llaman Rey, avra de venir esto como lo del Emperador que el pone en sus cartas y firma Rey de Romanos y todos le llaman y le escriben emperador [1]

Este, en efecto, era el grave negocio de Estado que el Dean de Lobayna debia de tratar con Cisneros, y que se llevó inmediatamente á la resolución de todos los Consejeros. En honor de la verdad, el título de Rey no añadia un átomo más de poder al que debia ejercer D. Cárlos; era pues una cuestión pequeña, de vanidad, de gloria, pero con la que se ofendía á la Reina Doña Juana, aparte de que podia lastimar la susceptibilidad del pueblo español, porque, sin consultarle y sin claro derecho, tomaba el título de Rey, que no le correspondía mientras viviese su madre. Así es que en la reunion estuvieron unánimes en aconsejar con gran respeto á D. Cárlos que ejerciese por su parte todo el poder del reino, en lo cual no hallaban inconveniente, siendo lo sustancial; pero dejando á su madre Doña Juana un título que no le servia para tener autoridad ni ejercer ningún mando, sino para conservarla una honra que veían gustosos en ella todos los Españoles, piadosamente movidos en favor de sus desdichas.

Esta oposición contrarió al Archiduque, y sus cortesanos pusieron grande empeño en interesar su honor para que tomara el título de Rey, cosa muy fácil de conseguir, pues las cuestiones de vanidad, en quienes han llegado al poder sumo, son cuestiones capitales en que arriesgan á veces toda su soberanía para satisfacer simples puerilidades de amor propio. Entró D. Cárlos gustosamente en las pequeñas miras de sus torpes Consejeros, y escribió al Cardenal manifestándole que todo el mundo le había obligado á llamarse Rey, que el Papa y los Cardenales como tal lo trataban, que era ya imposible retroceder y que tomase las medidas convenientes para lograr la obediencia de todo el mundo. Cisneros, pues, aunque lo sintiera, tenía que cumplir con las instrucciones de Flándes; convocó un Consejo extraordinario de Estado, al cual, aparte de otras personas de consideración que se hallaban en

  1. Archivo de Simancas. - Estado. - Legajo núm. 496. - Fól. 14 al 18