Página:El Cardenal Cisneros (10).djvu/9

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Madrid, asistieron en representación de la nobleza, el Almirante de Castilla, el Duque de Alba, el Duque de Escalona y el Marques de Denia; y en representación del clero, el Arzobispo de Granada, los Obispos de Burgos, de Sigüenza y algunos más. Gran sorpresa causó en esta junta la propuesta que hizo Cisneros en nombre del Archiduque; nadie queria hablar el primero, y encargaron al fin á Carvajal, el más docto conocedor de las leyes y costumbres del reino, que formulase su opinión. Este Carvajal, que es el autor de los Anales del Rey D. Fernando el Católico era una persona ilustradísima y llena de experiencia, de modo que pudo aducir en su discurso grandes precedentes históricos en favor de la pretensión de D. Cárlos, y acabó aconsejando, que pues ya no habia remedio, que pues el Príncipe ya no dejaria el título de Rey una vez tomado, que pues dado caso de que lo quisiera hacer, que lo dudaba mucho, daria ocasíón á que se le acusase de inconstancia y ligereza, consintiesen la pretensión del Príncipe, haciendo un mérito de la espontaneidad que no tenian, pues él, como todos, hubiera deseado guardar esta última consideración á la Reina Doña Juana. «Cárlos no pide ciertamente nuestro consejo, —concluyó diciendo y ensenando las cartas del Príncipe;— lo que hace es proponernos sus razones y declarar que nos escribe sobre esto á fin de que después de haber sabido lo que ha hecho nos congratulemos con él.» Casí todos los reunidos, Cardenal, Consejeros, Nobles y Obispos, se adhirieron al parecer de Carvajal, que ciertamente no era el más exagerado en punto á dignidad, pero muy hábil y muy juicioso, porque aceptaba los hechos consumados, sacando de ellos el partido posible en beneficio propio. Sólo el Almirante de Castilla y el Duque de Alba se opusieron, y protestando de su fidelidad. mientras viviera la Reina Doña Juana, y que no violarían su juramento reconociendo otro Rey que a ella, dijeron que el Archiduque no habia procedido en esta ocasíón como prudente, pues era extraña cosa que cuando otros comienzan á reinar jurando observar las leyes y ordenanzas del reino, él empezaba por infringirlas abiertamente, no contentándose, como D. Fernando, con llevar tan sólo el nombre de Administrador de sus Estados mientras viviese la Reina, su madre, para mostrar, al menos, ó más compasíón hacia su mal, ó más esperanza en su curación. Esta actitud del Duque de Alba y del Almirante de Castilla, que tanta influencia tenian y eran tan allegados á la Casa Real, influyó sobre