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Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/36

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precipitó á la casa mortuoria. Fué expuesto su cuerpo adornado con los hábitos pontificales en aquella iglesia: después sus restos mortales fueron trasladados á Alcalá, como habia ordenado el difunto. Dejó á su querida universidad por heredera universal de sus bienes. Dispuso que no hubiera fausto alguno en sus funerales; pero fueron magníficos, porque Francisco Ruiz, su amigo de toda la vida y su ejecutor testamentario después de muerto, creyó que asi se honraba mejor su memoria. Cuando murió, alegráronse los Flamencos, y el bufón de D. Cárlos, Francesillo de Zúñiga, eco de sus favoritos, decia de nuestro Prelado, que «parecía galga envuelta en manta de jerga, y que murió de placer que hubo de la venida de musieur de Xebres;» pero la pátria, á quien los Flamencos hablan empezado á desangrar, vistió de luto; pero los buenos Españoles lloraron todos, y desde entónces el nombre de Cisneros pasa de un siglo á otro como la más pura, como la más bella, como la más santa, como la más irreprochable de nuestras glorias.


LXXIV.

Hemos concluido. Como biografía está demás nuestro trabajo. Hay otras obras más detalladas y concienzudas, antiguas y modernas, extranjeras y nacionales. Hemos querido, no obstante, delinear rápidamente la gran figura de Cisneros, porque conviene recordar á esta época, menguada en caractéres, estéril en inteligencia, falta de virtud, exhausta de patriotismo, corrompida, estragada y casi con los vicios todos de una decrepitud aterradora, la vida de aquel varón insigne, ilustre por su entereza, por su saber, por su ferviente amor á la pátria, por sus virtudes privadas y públicas, modelo como Prelado, modelo como estadista. Todas las generaciones lo han reverenciado. El tiempo, que todo lo oxida, gasta ó desluce, abrillanta, purifica y engrandece su gloria. Compáranle muchos escritores á Richelieu, también Cardenal, primer Ministro y hombre de Estado; pero aun los Franceses, con una imparcialidad que ahoga los celos y envidias del extraviado patriotismo, convienen en que Cisneros, con ménos poder á veces, lo aventajó en grandeza y en carácter, en abnegación y en virtud. El Santo Cardenal lo llamaban en su tiempo, y así lo han llamado también generaciones sucesivas. En diferentes épocas los Reyes de