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Página:El Dilettantismo sentimental.djvu/14

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Introducción

salud, de alegría, que la perversión, el errer, no pudiesen nacer en él sino por excepción.

Quería así que la escuela fuese no sólo laica y común, sino también mixta. Insistió, pues, en numerosos escritos y conferencias, sobre la absoluta necesidad de establecer la coeducación en nuestros establecimientos de enseñanza. Bien conocía los prejuicios profundamente arraigados en nuestro ambiente por razones de creencia y decía: en todas las regiones habitadas por católicos la coeducación ha encontrado insalvables obstáculos; doquiera la naturaleza ha creado un matiz, una diferencia, los prejuicios religiosos han cavado un abismo. Dividir para reinar, ha sido y sigue siendo siempre el lema clerical". Reconocía toda la dificultad inherente a se mejante obra y exigía del maestro "tacto e inteligencia fusionados por el amor al niño"; exigía que se viviese "para el niño y no del niño".

Consideraba indispensable la coeducación como factor de la educación integral. Sólo en ese ambiente completamente natural pues la escuela exclusivamente para varones o para mujeres establece una separación artificial puede preparar al niño para la acción de la educación sexual creando el equilibrio moral, la acción estimulante que un sexo ejerce sobre el otro. Los resultados desastrosos producidos en algunos casos deben atribuirse a falta de dirección, a la ausencia de la alta influencia de un maestro que sea ejemplo, que eleve y dignifique al alumno por sólo su acción de presencia. Así vuelve siempre bajo su pluma el nombre de Mary O. Graham, a la cual dedica páginas llenas de la más exquisita ternura.

La coeducación no completada por la acción del ambiente, no acompañada del sentimiento de "religiosidad humana" cultivado por el hogar, conduciría a errores. Ahora bien, ¿cómo formar ese sentimiento de religiosidad humana, ese ideal directo de