templo de Komonibo, único en su género, pues es doble: una parte consagrada al dios sol, la qtra a Sebek, divinidad encarnadora del mal. Pinturas frescas, parecerían recientes si no se supiera que cuentan los años por millares.
Arríbase a Assouam, çuyo dique es mundialmente célebre. En pequeñas y elegantes embarcaciones se remonta la primer catarata hasta la Isla Elefantina, cuyo museo es interesante por lo exótico. En Assouam conviene permanecer una o más semanas:
El clima es delicioso, los alrededores bellísimos, los bazares de lujo asiático, las costumbres exóticas: los pueblos vecinos y las tribus semibárbaras realmente african as: los indígenas llevan la cabeza descubierta, el pelo largo, crespo, trenzado menudamente formando verdadera cascada de trencitas sucias, terrosas.
Otros lo abren y sacuden como lana cardada y lo peinan en dos pisos, y entre uno y otro echan una grasa asquerosa y mal oliente que mantiene bajo y casi liso el pelo de en medio.
Llevan ajorcas en los tobillos, en las muñecas; anillos en las narices, en el labio, en lo alto del lóbulo de la oreja. Los egipcios son casi negros, pero de perfil menos innoble: más altos, fornidos, de anchas espaldas y largos brazos de remadores. Los sudaneses son negros de color y de conformación.craneana etiópica, con narices chatas, abiertas, enormes; pelo largo, muy crespo. Y todos son infantiles por la curiosidad, por la eterna alegría inmotivada, por el respeto, miedo, superstición; por el amor a lo que brilla y el eterno deseo de jugar.
Bellísima es la excursión a la isla de Philo; en esos meses el Nilo, indicado en Assouam, la inunda.
De sus templos magníficos sobresalen las cornisas y capitales; los bosques dé palmeras gigantes muestran las copas verdosas como islas o camalotes.
Al reembarcarse en Assouam, rumbo a la segunda