catarata, se prepara el ánimo para la grandeza que surgirá, Nilo arriba, pasado el estrecho de Kalacheh.
Durante horas el buque pasa entre dos montañas de rojo granito que encauzan el Nilo. El desierto, cada vez más próximo, de un rojo vivísimo, brillante, deslumbrador, conquista palmo a palmo al terreno al estrecho valle y a las montañas. Visitados los templos de Dendur y Amada; las ruinas de la fortaleza romana levantada a pico sobre la montaña, mirando al río, en Derr—a—Ibrim, ofrécese al viajero el imponente espectáculo del templo de Ramsés, en Abou—Simbel :
cuatro estatuas del rey, de gigantesco tamaño, 20 metros de altura, esculpidas en la roca viva, indican la entrada al magno templo cuyo techo, cavado en la roca, álzase a 64 metros del suelo de granito. Las esculturas y pinturas son de belleza sin par, aun en este Egipto fértil en asombros.
Nilo arriba, va el buque bordeando rojo, infernal desierto, luminoso, fosforescente, llameante espéctáculo de "magnífica desolación' hasta llegar a Houady—Halfa engarzada en riente oasis. De la segunda catarata a Kaartoum, se va en lujoso tren de la compañía "wagons—lits". Allí es fácil contratar guías y medios de transporte para participar en cacerías hasta el Nilo Azul.
El regreso al Cairo reserva, como se guarda una pera para la sed, bellezas del valor del templo de Gebel—Addeh, Kalabsha, antes de la primer catarata; y la incomparable maravilla de Abydos, entre Assouab y Assiut, donde la tradición cuenta, reposan los restos de Osiris; donde This, la ciudad más antigua que la historia egipcia conserva, levantó palacios y murallas de las que queda sólo la leyenda. Allí está el árbol genealógico de Abydos" maravillosa reconstrucción cronológica de la historia egipcia.