tiendo la realización progresiva del ideal moral y social.
En la lucha eternamente actual entre el subjetivismo y el objetivismo, que hemos bosquejado, el subjetivismo romántico de principios del siglo pasado es contrarrestado por el realismo objetivo. Realismo que no excluye el análisis y la introspección, que hace suyos los métodos científicos de observación y de experimentación; realismo que, extremando los principios científicos directores, lo mismo puede caer en el naturalismo unilateral de Zola o en el análisis demasiado prolijo de Bourget: análisis llevado las más de las veces hasta la raíz del deseo, del móvilpero que excluye — por su minuciosidad — el poder de ver el conjunto, la unidad del personaje vivo. Bourget hace psicología analítico-descriptiva, escudriña hasta el último rincón del yo, pero no lo ve vivir, no lo ve actuar. Su análisis retrospectivo diseca agudamente los estados de conciencia, explica muchas veces la vida humana, pero no logra actualizarla.
Bourget es un naturalista a lo Zola, en la precisión científica y en el deseo de convertir la novela en un documento de historia social; es, en cambio, un espiritualista de antigua cepa en el deseo de conciliar la psicología experimental con el sentimiento místico o religioso. Pero Bourget es más psicólogo que naturalista, y aun más psicólogo que novelista. Su psicología no forma siempre un todo con la trama novelesca: la interrumpe a veces, cortando la acción con disertaciones retrospectivas.
Con justicia alguien llamó a Bourget: "biógrafo de almas". El las estudia desde antes que vengan al mundo. Pasa en revista los factores herencia, medio, educación, lecturas, amigos, pasiones, ideales, acontecimientos sociales o políticos mediatos e inme-