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Página:El Diputado Bernardo Ohiggins en el Congreso de 1811.djvu/105

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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 107

de que “cada hombre conocía las virtudes de los nuevos mandatarios [...], no se había consultado la voluntad libre del ciudadano; aparecía atropellada la representación general [...], aparecía, en una palabra, la nulidad más insanable” [1].

La realidad distaba mucho del gobierno representativo tal como era anunciado en aquel manifiesto:


“Así se verificó el memorable día 16 del cor riente, —decía— en que, reunida en una for ma apacible la más respetable asamblea, constituido el Congreso en la plenitud más señalada de su alta representación, se escuchó el voto libre del reino, que unánime aclamó el gobierno representativo [servido por la Junta]. Así se resolvió y desde aquel momento solo ha resonado el eco de la confianza” [2].


Las desavenencias entre Carrera y los otros vocales de la Junta eran continuas. El mismo José Miguel Carrera recordaba en su Diario Militar:


“Me veía entre cuatro enemigos [los dos vocales y los secretarios Agustín Vial y Juan José Echeverría] y a cada paso tenía que estudiar el modo de evitar una explicación dura. En el poco interés que mostraban por trabajar, en sus semblantes y disposiciones conocía yo la mala fe de sus intenciones. Las amistades de Marín y sus continuas sesiones en el Congreso, eran otros tantos motivos que me obligaban a observarlo con mucha atención” [3].


Por otra parte, más de dos tercios de los diputados no participaban en las actividades del Congreso. Los que restaban, pasaron a la Junta la consideración de las peticiones for muladas anterior mente.

Diversos rumores recorrían nuevamente la capital sobre las intenciones de los Carrera. Entre los jóvenes oficiales se comenzó a gestar un movimiento sedicioso encabezado, al parecer, por los hermanos Huici, José Antonio y José Domingo, emparentados con la familia Larraín, y que tendría por objeto asesinar a los her manos Carrera.

Avisado Luis Carrera, fueron apresados e interrogados por el mismo José Miguel dos de los participantes, sin comunicarlo al resto de la Junta. En la madrugada del día siguiente, aquél decretó la prisión de once personas, casi todas emparentadas con fray Joaquín Larraín. Entre ellos, Juan Mackenna y su cuñado Francisco Vicuña, Martín y Gabriel Larraín y José Gregorio Argomedo.

José Miguel Carrera informó de los hechos a O’Higgins y a Marín, los cuales le reprobaron el haberse constituido en juez y parte durante la investigación. Del mismo modo, al informar al Congreso recibió los mayores reproches por parte de los diputados. “No era difícil divisar —dice Diego Barros Arana,

  1. Sesiones de los Cuerpos Legislativos, op. cit., Tomo I, pp. 191 -192.
  2. Ibídem.
  3. Carrera, op. cit. p. 16. Diego Barros Arana anota sobre este pasaje que, por supuesto, Car rera trataba de justificar su actitud y hacer pesar sobre sus colegas la responsabilidad de aquellas trascendentales desavenencias (Barros Arana, op. cit. Tomo IX, p. 39).