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Y mientras al acaso vagamos por la orilla
Esquivando los árboles que nos fingen sombrilla
Para la luz nocturna de una rara pureza
Me dices: — Niña mía, tengo tanta tristeza!


Yo te apreso las manos con fervor, desde el cielo
Bajan rayos tan tenues, que tu cara es un velo
De humana forma. Digo: — Si esta noche pudiera
Te palparía el alma. Yo no se cuál quimera


Me advierte que la tienes a flor de piel. El alma,
—Repito a tus oídos — dame a besar el alma.
Los ojos se te cierran sin querer. — Niña mía,
Musitas gravemente, quiebra tu fantasía;


No pidas lo imposible, cabecita liviana,
Más allá de los ojos hallarás carne vana.
Pero yo no te escucho: prendida de tus manos
Siento sacudimientos que adivino ultrahumanos.


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