Página:El Gíbaro.djvu/119

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á vestirme corriendo para ponerme á sus órdenes.

—Oh no, no; perdon, no queremos que V. se moleste por nosotros.

—Nada de eso, iba ya á levantarme; y aunque no es muy tarde, no me es de ningun modo molesta la visita de Vds.

—Yo, continuó el anciano luego que estuve sentado junto á ellos, soy Pinel, y estos señores que me acompañan son Esquirol, Calmeill y Leuret.

—¿Cómo? interrumpí yo ¿V. es el célebre nosógrafo, y estos señores son los directores no menos célebres de la S.. C.. y B..? Vamos: no se burleV. de mí, ¿me cree V. tan tonto que piense que los muertos resucitan, y que ciertos vivos vengan á mi pobre casa?

—No me burlo á fe mia; y para que V. se convenza, voy á contarle como he venido desde el infierno, que es mi morada en el otro mundo, á parar á la casa de V.

—Señor mio: si V. fuera Pinel no estaria en el infierno.

—Al principio fui á la gloria; pero despues tuve que bajar al lugar de los tormentos, para ver si podia arreglar á unos cuantos miles de locos de esos que acá son tenidos por grandes hombres, y que el mismo Diablo no podia subyugar, ni yo lo he logrado hasta ahora: visto lo cual, vengo á recorrer todo el mundo en busca de un medio de hacerlo, que quizá encontraré en estos países.