Página:El Gíbaro.djvu/128

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y aquí tiene V. el porque sufro con resignacion y dignidad el mal trato que recibo; sintiéndolo solamente por mis desgraciados compañeros.

Estuvimos algunos momentos admirando la cordura de aquel loco, al cabo de los cuales, como si contestara á algun pensamiento que le ocupaba, dijo Pinel:

—No, no, ni en el infierno quiero que se trate á ningun infeliz de semejante modo.

Aquí empezaron todos á manifestar impaciencia, el uno empujaba al otro, y todos hablaban, de suerte que no era posible oir á ninguno; por último, una mirada y la actitud noble que tomó el anciano levantándose de la silla les hizo; callar y aprovechando aquella pausa, gritó uno.

—Señor, yo soy de Puerto-rico, y siquiera por deferencia al mi paisano el amo de la casa, se me debe permitir que hable.

—Que hable, que hable, repitieron en coro unos cuantos que tenian la inania de querer ser diputados.

—Orden, señores órden, respeto á la presidencia: dijo con voz de trueno un improvisado presidente. El diputado por Puerto-rico tiene la palabra. Suba el orador á la tribuna. Y sin decir mas lo agarró por Ja cintura y lo puso de pies sobre mi mesa.

—Que baje, gritaron unos.

—Que hable, contestaban otros, y de las voces pasaron á embestirse con tal furia que la mesa vino al suelo, junto con el orador que no hablaba.